jueves, 10 de mayo de 2007

Pío pío que yo no he sido

Aunque la Pantoja, piar, lo que se dice piar, pía poco. Más bien desfila, pétrea como una efigie articulada, por la pasarela de salida de las dependencias policiales. Y con su porte de pavo real se dirige parsimoniosa hacia el coche, no sin antes dejarnos leer en sus ojos (siempre escudados tras las lunas tintadas de sus Christian Dior): “oigan, que yo de esto no sabía nada”. 90.000 euros de multa. Pero ella no fue.

Paquirrina de España, viuda de España, alcaldesa de España y ahora mártir de España. Al final, más títulos que la propia duquesa-convaleciente de Alba. Pero ella no fue; lo dice Isabel entre sollozos y eruptitos desconsolados.

A partir del 2003 ingresó más de 200 millones de las antiguas pesetas y le “colaron” en su cuenta unos 60.000 euros en sólo tres semanas, a razón de 3.000 euros diarios. Pero ella no fue.

También adquirió un apartamentito por valor de 353.000 euros, un cochecito y 300 vaquitas. Se encaprichó de relojes de oro y sortijas de diamantes que luego compraba con la calderilla que emanaba de debajo de los colchones, de dentro de las bolsas de basura o del fondo de su bolso Louis Vuitton. Pero ella no fue.

Aunque Isabel, ahora que lo recuerdo, tiene una extraña facilidad para que le cuelguen sanbenitos de los que ella no había ofrecido servir de perchero. Recuerdo que también se desasía de los que afirmaban que no había vendido la vida de su desvalido Paquirrín: sólo con los posados de Navidad, suman 23 exclusivas. Entre medias, comunión, bautizo, primer día de colegio, etc. Pero ella no fue.

Y más desencuentros con su memoria. No hace mucho se desvelaban sus líos de faldas. Una expresión que, en su caso, viene al pelo, pues es de todos sabida la debilidad que tiene la Pantoja por las féminas. De todos menos de ella misma, que todavía no lo sabe. Por lo visto en los 90 se agenció a un par de zipi-zapes: la racial María del Monte y a una rubia muy peligrosa, el tifón Sánchez (Encarna Sánchez, entiéndase). Pero ella no fue.

Sin embargo, en el cadalso pantojil todos se desgañitan por figurar al lado del verdugo y erigirse en mártir de las triquiñuelas fiscales de unos cuantos malayos. Estamos en época de mártires, es la era de los huelguistas de estómago. Desde el País Vasco con De Juana a Andalucía con Muñoz, a la Pantoja le ha salido competencia. Le queda la vía del pío pío.